El Angelus

Ultimamente, estoy haciendo un repaso a mi vida. No sé por que, pero un buen día, empecé a pensar en todo lo que había vivido durante estos años.
He hecho las cosas antes de tiempo. la primera borrachera, la primera noche fuera de casa...
Salía con mi hermana entre semana, con borracheras incluidas, faltas en clase...
Siempre vi el lado malo de las cosas. Nunca entendí a las de mi clase, siempre sonrientes y participativas en todo. Yo, me caía por los rincones. No hablaba con nadie, no me interesaba nada, y menos rodeada de niñas cantando canciones religiosas y sintiéndose nerviosas ante cualquier evento religioso, miércoles de ceniza (todas con la ceniza en la frente todo el puto día), Semana Santa,...
Mientras que a mí lo que me hacía sentir nervios, era el salir por ahí.
Cuando llegaban las 17.00, y salía de clase (cuando me era imposible hacer peyas), lo único que quería, era llegar a casa y estar sola. Escribir, pensar y mantenerme lejos de todo.
Esperando poder volver a salir por ahí, divertirme y estar con gente más mayor que yo. Con esa gente, sí que hablaba. Había días en los que no parábamos de recorrer las calles de Madrid. Gran Vía, Moncloa, Princesa, Malasaña,... Otros días, íbamos a alguna fiesta. De algún amigo, o unas que en aquellos tiempos, organizaban algunas salas con motivo del album “The Joshua tree” de U2. No sé si aún existirá un club de fans que se llamaba “U2 Bandera Blanca”, que hacía unas fiestas muy bonitas.
Fue la época en la que mi hermana y yo estuvimos más unidas. Queríamos escapar de todo y nos apoyábamos la una en la otra cuando estábamos mal. Gracias a ella, conocí a mucha gente interesante y sitios en Madrid muy chulos.
Pero todo pasa, y un buen día, aquello no se repitió. Las cosas cambiaron y necesitaba con urgencia un traslado. Así que me fui de casa, unos meses antes de cumplir los 18.
Cambié radicalmente y me fui al pueblo donde pasaba los veranos. Me fui con mi abuela y mi tío esquizofrénico. Con las dos únicas personas de la familia con las que me encuentro bien.
De la cuidad, me fui a un pueblo que sólo tiene vida los fines de semana, los veranos y en semana santa. Allí fue donde tuve a mis primeros amigos. Quiero decir que los elegí yo. No vinieron por parte de mi hermana.
Entre semana, el pueblo estaba completamente vacío. Me encantaba pasear con mis perros por la playa, ir con mi abuela a comprar o ir al pueblo por las tardes. El estar tan sola, me ayudó a conocerme más a mí misma. Los fines de semana, salía con mis amigos. Pero era diferente a cuando salía en Madrid. En el pueblo, no temía llegar a casa. Disfrutaba el doble de cada momento, porque todo lo que me hacía sentirme mal, estaba muy lejos.
No tardaron en llegar las críticas. Mis padres me decían que estaba en un sitio muy apartado de todo, que qué hacía sin trabajar, sin estudiar. Que me sería muy difícil encontrar algo.
Pero al tiempo de vivir allí, me salió un trabajo. Mi primer trabajo. De canguro. No estaba mal, puesto que a mí me encantan los niños. Así me dejaron respirar y disfrutar de la nueva vida que había elegido.
Los años pasaron, y tuve un cambio más. Supongo que saqué todo lo que pude sacar de esa experiencia y cuando ya no me dio nada, quise un cambio. Me vine a vivir a la ciudad. Hace bastantes años que estoy aquí, y me siento bastante “parada”. Hay veces que pienso que me gustaría volver a Madrid. Pero al tener a mi familia allí, se me quitan las ganas.
Hace mucho que elegí vivir lejos de mi familia. Y no me he arrepentido nunca de haberlo hecho. Ahora, sólo los veo de vez en cuando (por ejemplo, en las Navidades, que ya se acercan!).
En fin, que como antes he dicho, me siento “parada”. Y no sé por dónde tirar ahora. Este sitio ya no me aporta nada. Tengo ganas de conocer a gente nueva y de alejarme una temporada. Pero no sé lo que me impide arrancar.
Hace algún tiempo, me hicieron una proposición en la cual no he pensado seriamente hasta hace poco. Es algo arriesgada, pero es interesante.
Pase lo que pase finalmente, espero no equivocarme.