Hoy es noche de difuntos.
Así que tengo a mi padre en mi pensamiento. Hay temporadas en las que apenas pienso en él. Hay otras, que lo tengo todos los días presente. Pero esta noche y mañana, lo voy a tener en la cabeza de una manera especial. Como cuando es el aniversario de su muerte.
Me gusta esa costumbre mexicana de poner velitas y comida en honor del difunto. Me gusta creer que por una noche vuelven, de allá donde estén, y ven que se les echa de menos, ven que se les quiere.
Supongo que quiero demostrarle de algún modo, que él era importante para mí. Por muy poco que nos entendiésemos.
A mi padre siempre lo vi como un ser que no estaba contento por nada. Se quejaba mucho de sus tres hijas, ninguna de nosotras lo tuvo nunca contento, ni orgulloso. No hablé nunca con él de algún tema importante. Aunque recuerdo más momentos con él que con mi madre.
Siempre que hacía algo en la casa, cuando ponía una estantería, una bombilla, una lámpara o cualquier otra cosa, estaba con él, dándole lo que necesitaba, y dejando que me enseñara a hacer cosas. Esa era la única forma de que él y yo compartiéramos algo. Esa y la jardinería. Gracias a eso, no he necesitado a nadie para decorar mi casa. Ni para cuidar las plantas.
Esa es la única herencia que me dejó.
No me dijo nunca lo que podía esperar de la vida, no me dio consejos para que me sintiera algo más segura al independizarme. Echo de menos su voz, sus manos. Su olor. Pero no su sentimiento hacia mí. No sé como explicarlo. No me dijo nunca lo que era para él. Ni mucho menos que me quería. La verdad es que yo a él tampoco. No me acostumbraron a ser cariñosa. Me cuesta mucho decir lo que siento, porque jamás he visto a mí alrededor a gente cariñosa.
Uno de los momentos que recuerdo últimamente, es cuando mi padre tuvo el primer susto.
Ya no vivía con ellos. Estaba con mi abuela, y mi madre se vino a pasar unos días. Mi hermana mayor llamó diciendo que mi padre había sufrido un ataque al corazón. Que estaba en el hospital. Su vida no corría peligro, pero estaba bastante fastidiado. Me invadió una tristeza enorme. Me sorprendí muchísimo. No podía parar de llorar.
Tantos años alejada de él, no me resultó difícil marcharme de casa, ni por él ni por mi madre. No me replanteé en ningún momento mi vuelta, no lo eché de menos.
Y de repente, aquel sentimiento que me desbordaba.
Cuando le dieron el alta y fui a verlo, él me abrió la puerta. Lo vi tan delgado, tan frágil...le di un abrazo muy fuerte y olí su pecho. En ese momento, me di cuenta de que lo echaba de menos. Aunque lo único que compartimos siempre, fuera el bricolaje, las plantas y salir de vez en cuando a dar una vuelta.
Echaba de menos su persona.
A partir de entonces, las cosas cambiaron, pero muy poco. Seguí viviendo mi vida, lejos de él. Una vida que él nunca aprobó ni entendió.
Recuerdo que en los últimos años, cada vez que nos veíamos le daba bastantes abrazos, aunque él no supiese cómo reaccionar, me daba igual. No quería nada a cambio.
Supongo que con los años me di cuenta de que lo culpaba a él de todo lo que pasaba en casa.
Cuando no era así.
En fin, años después, le dio otro paro y no lo resistió.
Y nunca me sinceré con él, nunca le dije lo que pensaba de las cosas que pasaron en casa y nunca le expliqué como era mi vida. No le dije que lo echaba de menos.
No puedo explicar cómo me sentí. Hace bastantes años, pero no logro entender lo que sentí.
No fui al entierro. Me quedé en casa, llorando a cada rato y sintiéndome muy lejos de todo.
Ahora, siempre que puedo, hago cosas como escribir en este blog o celebrar la noche de difuntos para sentirme cerca de él.
Como cuando nos veíamos.
Tengo que responder a mi hermana. Volvemos a cartearnos, y me toca contestar.
Cada vez se me hace más difícil escribir cartas que no estén llenas de comentarios superficiales. Ella me suele preguntar por mi vida, pero no logro recuperar esa confianza que tenía antes. Y siempre me refiero al trabajo, a la familia...
Y ella lo sabe, sabe que las cosas entre nosotras han cambiado mucho. Me parece mentira que con ella compartiera algunos de los momentos más importantes de mi vida. Con ella salí mis primeras veces de marcha por Madrid, le contaba siempre quién me gustaba, con quién estaba en ese momento y las dos estábamos siempre juntas cuando la casa se venía abajo. Cuando los problemas que tenía mi familia, ( y que si algún día me animo, contaré), empezaron a salir a flote. Las dos nos agarramos la una a la otra y decidimos seguir adelante. Y aunque las dos acabamos viviendo en ciudades distintas, siempre que nos veíamos, nos lo contabamos todo.
Ahora, cada vez que le cuento mis cosas, me mira con caras raras, juzgándome todo el tiempo. Intenta sacar lo malo de las cosas. No entiende mis locuras, cuando me fui con mi compañera de piso a Zaragoza, a ver a unos de un grupo de música que habíamos conocido el día anterior. O mis fiestas de verano en la playa, con mis amigos...Cuando antes éramos tan parecidas. No se acuerda de las locuras que hacíamos las dos por Madrid?! Fue mi modelo a seguir durante mi adolescencia. De ella aprendí muchas cosas, tenía un carácter y una personalidad muy fuerte.
Digo tenía, porque ahora no es así. Ahora es todo lo contrario.
Que si yo viera que ella está bien, que tiene esa mirada de siempre, quizá me lo tomaría de otra manera. Pensaría que se ha hecho mayor, o que al tener el niño, cambió. Dicen que se cambia al ser madre, no?. Pero está triste, aunque sonría, siempre tiene la misma mirada triste.
Las pocas veces que nos vemos, está incómoda. No podemos hablar las dos solas, porque ella no quiere ir a dar una vuelta, o viene mi sobrinillo o su pareja o todos.
No me llevo nada bien con su pareja. Y supongo que eso influye en gran parte. Aunque, desde mi punto de vista, no tendría por que ser así.
En fin, que las dos sabemos que nos echamos de menos, pero no sabemos cómo solucionar las cosas.
En uno de sus últimos cumpleaños, dio la casualidad de que estaba en donde yo vivo. Las dos salimos con el niño, a comer fuera, y lo pasamos genial. Hablamos, nos reímos mucho, recordamos locuras de viejos tiempos y todo fue bien. Entonces, creí que las cosas se estaban solucionando.
Pero no fue así.
Así que me siento en la mesa, con el papel en blanco, y no sé que poner. Releo su carta e intento contestar a sus preguntas sin parecer demasiado mecánica.
Ojalá llegue un día en el que me vea con ella, como antiguamente hablando sin parar, con total confianza. De todo tipo de cosas, confiando en que ella va a entender todo lo que yo le explique. Y que ella me cuente sus cosas, y me pida consejo y ambas nos sintamos respaldadas siempre.
Pase lo que pase...
La semana pasada, fui al banco a abrirme una cuenta. Entré, y una de las cajas estaba vacía. Mientras me acercaba, la amable, bien vestida, enjoyada y reteñida empleada, me iba echando unas miraditas de arriba abajo impresionantes. Con la cara hasta el suelo y de reojo.
Me acerco y le digo: -Hola, quiero abrir una cuenta.-
Y ella me dice: -Tienes el permiso de residencia?, es que eso te lo hace mi compañero, porque se tarda más-
Con cara sorprendida y moviendo la cabeza de un lado a otro, le digo que tengo el DNI.
Se queda callada, me muestra su mejor sonrisa, me pide perdón y me dice que con los permisos de residencia hay que hacer unas gestiones y no se qué.
Tengo la piel morena y tengo el pelo negro azabache. Mucha gente me confunde con una hindú o peruana. Pero no porque me confundan, me echan esas miradas y me hablan de esa manera.
No soporto a las tías que, por tener un empleo como el que tienen, se creen que pueden ir hablando así al personal. Que se pintan como puertas y apestan a perfume.
Me sentó fatal. No por mí, si no por la cantidad de personas a las que ésta impresentable habrá hablado y mirado de esas maneras.
A lo largo de todo el proceso, la tía no quitó su sonrisa profident. Me propuse hacérselo pasar mal. La miraba mal y le ponía trabas a todo lo que ella me explicaba,(cómo hacer funcionar un servicio nuevo y gratuito, que desde el teléfono o el ordenador, podía consultar mi saldo, hacer transferencias, etc). Y todo con esa manera de hablar, totalmente mecánica, con la voz monótona y las eses muy pronunciadas.
Que horror de tía, por Dios!
Es una pena que dejen trabajar a personas como ésta de cara al público. Aunque vete a saber, quizá los que trabajan con ella, ven normal ésa manera de hablar y de tratar a la gente que no va llena de joyitas, apestando a perfume o que no tiene el color de piel apropiado.
Socorro!!, mi compañera de piso ha sido abducida por un jueguecito de ordenador.
El protagonista es un vampirito pequeño que tiene que ir por una serie de galerías y tiene que coger caramelos...
El niño es mono, pero cuando juego, me llego a poner histérica con esos saltitos que da y con las trampas que va teniendo por el camino.
Pero ella no, ella se sienta y se mete tanto en el juego, que pierde la noción del tiempo. Y lo curioso, es que yo le descubrí la página donde viene el dichoso jueguecito.
No sé cuanto tiempo seguirá, supongo que hasta que llegue a todos los niveles. Hace poco, le pasó lo mismo con un juego de un tal Dexter. Un niño científico que tenía que pasar por un montón de niveles, con sus correspondientes dificultades.
Un buen día, me dice que ya llegó y que ya le aburre.
Así que ahora tiene el sustituto del niño científico. El niño vampiro.
Me pregunto si en el trabajo piensa en el vampirito...
Bueno, seguro que cuando venga, al rato, se pone a jugar de nuevo. Yo, hace un rato que he intentado hacerlo, y con la primera muerte, lo he dejado.
Hasta cuando le durará este cuelgue?, el otro día, empezó a hacer unos grititos extraños cuando la mataban...
Cuando en las noticias sale que un enfermo mental ha matado a sus padres o a otra persona, ya está abierto el debate.
Primero, la desconfianza hacia estas personas aumenta mas, si cabe.
Son peligrosos todos los enfermos mentales?
Segundo, piden que haya centros para los enfermos mentales, que haya ayudas. Actualmente, sólo hay disponibles centros de día, los demás, son privados o están llenos.
Curiosamente, los esquizofrénicos, son los que siempre están en el punto de mira.
Pero no todos los esquizofrénicos tienen el mismo grado de esquizofrenia. Algunos tienen que estar bajo vigilancia constante, pero otros no. Conque tomen su medicación como es debido, son las personas más interesantes que hay.
Mi tío es esquizofrénico. Y estoy muy agradecida que me haya dado la oportunidad de tener a alguien así en mi entorno. Su manera de ver la vida, sus momentos buenos, en los que quiere participar en todas las conversaciones, los momentos malos en los que se pasaba semanas, incluso meses encerrado en su cuarto. Saliendo sólo para pedir café o tabaco...
Me ha enseñado a no mirar mal a los que son como él, a los que tienen algún tipo de enfermedad, sea cual sea. Me ha enseñado a ir por la calle con él pasando de las miradas de la gente, por sus movimientos, o por mirar de manera obsesiva hacia atrás o por tener una sonrisa constante en su rostro porque ese día le da por ahí.
Qué me importa a mí lo que piensen?
He crecido con ésa fuerza para estar alerta, para mí, los peligrosos son los que puedan hacer un comentario despectivo y que él lo oiga. Que él baje la cabeza, que él se sienta mal por ser como es.
Él es el primero en saber que no está bien. Él es consciente de que tiene una conducta obsesiva, con el café, con el tabaco y con su rutina.
No hacen falta las miradas de la gente o sus comentarios para recordárselo...
Jamás me ha hecho nada malo. Jamás.
No sé mucho de esquizofrenia. Sólo sé de la esquizofrenia de mi tío. Sé que todos los que padecen ésta enfermedad, tienen las mismas manías con el tabaco, con el café, conque alguien les persigue siempre que están en la calle y que oyen voces. Por lo demás, sé que hay muchos personajes célebres que tenían esquizofrenia, sé que hay matemáticos, pintores, escritores,...
Mi tío adora Rusia, los astronautas, los cazas, es muy católico, (va cada domingo a misa, el pobre), y se sabe muchos nombres de muchas cosas, de muchos presidentes, de muchos actores y actrices, pinta y escribe a su manera y se inventa unos chistes de lo más rocambolesco, que no tienen ni pies ni cabeza. Echo de menos sus rarezas, sus malas leches, su extrema sinceridad...
Me acuerdo a menudo de sus bromas, y de su manera tan extraña de ver la vida
Es un excelente nadador, cuando era pequeño, asistió a clases de natación. Hasta que a los 15 años, se le diagnosticó esquizofrenia después de pasar una temporada malísima. Escapándose de casa y subiéndose a torres amenazando con tirarse.
En aquellos años, ahora tiene cincuenta y tantos, el mejor remedio para tenerlo calmado, eran los electroshocs. Le ponían una goma en la boca para morder mientras le daban las descargas. Y no fueron pocas...
En fin. Debido a estas descargas, y a que en aquellos tiempos no existía ningún tipo de taller en donde le enseñasen a pintar o a cultivar o descubrir alguna habilidad que él tuviese, hoy en día no hace mucho. Como ya he dicho antes, tiene la rutina de ir a comprar su tabaco, su desayuno, su Fanta, (eso que no falte), y a ir los domingos a misa.
Hace bastante tiempo que no vivimos en la misma casa. Lo veo de cuando en cuando, y siempre que viene a la cuidad, lo mira todo con mucha atención.
Por muy avanzada que esté la sociedad, la gente desconfía muchísimo de los enfermos mentales. Piensan que, tarde o temprano, todos acaban haciendo daño o algo malo. Por eso no voy contando a todo el mundo que tengo un familiar esquizofrénico, porque si veo una reacción que no me gusta, me pongo enferma. Eso sí, todos mis amigos, los de verdad, lo conocen y lo respetan.
Sé que muchos de ellos no tienen la suerte de mi tío al estar rodeado de gente que se va a preocupar siempre por él cuando su madre no pueda hacerlo.
Por eso, me gustaría que en algún maratón de estos de Navidad, alguna vez, se recaudase dinero para los enfermos mentales. Para los esquizofrénicos. Para asegurarles unas facilidades en una vida llena de caos, y para ayudarles a llevar su enfermedad lo mejor posible.
Lo tienen que hacer todos los años por la misma gente?
Los esquizofrénicos no existen?
O es que sólo sacan a la luz pública los problemas que tienen cuando uno de ellos mata a alguien?
Pienso que mi tío se merece una especie de homenaje por mi parte, por las experiencias que me ha hecho vivir.
Y he aprovechado, ya que tengo éste blog, para hacerlo.
Que pinta tan extraña tiene. Por qué abre tanto los ojos cuando habla?. Parece mas joven que yo. Me pregunto si le he entrado por el ojo igual que él a mí.
No para de moverse por toda la habitación, está nervioso y me habla de cosas que no tienen que ver unas con las otras.
Me gusta.
Qué pelo más liso tiene, ojalá se lo aparte un poquito de la cara. Por lo poco que he podido ver, su cara es muy fina. Sus manos son venosas y sus brazos fuertes. Lleva unos pantalones dos tres tallas más grande que la suya. Le caen sobre los huesos de la cadera. Gesticula mucho y a veces la camiseta que lleva, se le sube y puedo ver la piel del abdomen.
Mis ojos lo devoran.
Trato de que no se me note, y sigo la conversación lo mejor que puedo. No es que no me guste su conversación, es que su imagen me atrae poderosamente.
Se acerca y me pongo nerviosa. Se sienta. Así podré observarlo mejor. Su estado de nervios tan latente, me hace sentir superior aunque en el fondo, yo esté temblando.
Casi sin quererlo, sin darme cuenta, alargo mi mano y le aparto el pelo de la cara. Él me mira y seguimos hablando.
Como le brillan los ojos, que textura más suave tiene su cabello. Es tan liso que no tarda en recuperar su estado inicial. Cada vez que nuestras miradas coinciden, el corazón me da un vuelco.
Estoy tan embobada que ni siquiera sé como me salen palabras coherentes.
Por qué se moja tanto los labios?. Huele muy bien, se cruza de piernas y puedo ver como se le nota el hueso de la rodilla. Está en el borde de la cama y estira sus brazos para apoyarse en sus manos. Se tira hacia atrás, las venas de los brazos se hacen más notables, sus hombros también. Es entonces cuando la camiseta se adhiere a su abdomen y me deja comprobar que está más delgado de lo que parece.
Está cansado. Inesperadamente, deja caer su cabeza hacia atrás y el pelo se le cae a los lados. Tiene los ojos cerrados y no se da cuenta de le estoy mirando el cuello. Los músculos se dejan ver, rodeados por venas y cubiertos por una piel muy tersa.
Y es entonces cuando siento ganas de salir corriendo.
Sé que ese hombre me puede hacer mucho daño, sé que tiene el poder de hacerme perder los sentidos.
Quiero correr y dejar de ver tanta belleza, tanta piel. Quiero dejar de oír su voz tan grave.
Pero no corro, no tengo fuerzas.
Porque justo cuando iba a hacerlo, me ha mirado.
El otro día, mi hermana me mandó ésta foto. Dios mío, como pasa el tiempo. No me acuerdo del momento en el que me la hicieron, de lo único que me acuerdo es de que me encantaban esos zapatos, me encantaban porque eran mis primeros zapatos de tacón...
Estoy sentada en una terraza de debajo de donde tenían mis padres el apartamento los veranos. Hacia donde miro, está el mar. Aunque con esa cara de mala leche, no sé si miro al mar o estaba enfadada por llevar ésas pintas o ese rulo en la frente...
Supongo que lo que me gusta es que cuando la miro, me acuerdo de aquellos veranos en aquel pueblecito de pescadores. Ahora convertido en un sitio lleno de pisos en alquiler y con un paseo marítimo larguísimo y feísimo.
Creo que los mejores momentos de mi vida, los he pasado en ése pueblo. Incluso cuando me vestían como en la foto...
Hay veces en las que echo de menos esa mezcla de olor del mar y ropa limpia. Esos momentos en los que me sentaba en la terraza por la tarde, en invierno, un viernes esperando a que vinieras.
Unas veces, me traías un bombón y otras muchos besos.
Nos sentábamos ha ver la tele y a hablar de cómo nos había ido la semana.
Se me pasaba el tiempo volando. Se hacía tarde enseguida y nos íbamos los perros y yo a acompañarte a casa, dando un paseo.
Y así todos los viernes hasta que las cosas fueron cambiando y no se volvió a repetir.
Ahora vivo lejos del mar y hace tiempo que no sé de ti.
No se porque me he acordado de esto hoy. Será porque es viernes o será porque ha venido la nueva guía de teléfonos y te he buscado sin encontrarte.